Museo de Orsay: turismo cultural por excelencia
Por Otto Rodríguez
OneTravelGuru.com
El Museo de Orsay, situado en el corazón de París, es uno de esos lugares que honra por excelencia el concepto de “turismo cultural”.
Inaugurado el 9 de noviembre de 1986, esta original edificación que fuera en otra época la estación de trenes Orleans, no sólo goza de ubicación excepcional a orillas del río Sena, sino que alberga una extensa colección de pinturas, esculturas, obras de arte decorativo y fotografías, todos de una calidad inigualable.
Una de las grandes originalidades del Museo de Orsay es que reúne el conjunto de expresiones artísticas de un período muy corto en la historia del arte occidental, apenas tres cuartos de siglo, pero que sin embargo fue extraordinariamente fecundo.
Si usted es amante de la pintura impresionista, Orsay es la meca de ese arte, pues aquí pueden apreciarse obras de Édouard Manet, Claude Monet, Edgar Degas, Pierre-Auguste Renoir, Frédéric Bazille, Camille Pisarro y Vincent van Gogh, entre muchos otros. Aquí también el visitante puede ver pinturas post-impresionistas de Paul Cézanne, Georges Seurat, Paul Gauguin y de otros pintores del movimiento “nabi”, la última corriente importante de la pintura francesa.
Por lo general, cada obra impresionista importante que usted recuerde haber visto en libros, catálogos o documentales se exhiben en las salas de este museo.
En Orsay también se destacan las obras del gran Henri de Toulouse-Lautrec, que reflejó como nadie la vida nocturna parisina de finales del siglo XIX. Personajes reales que pululaban los cabarets parisinos de esa época cobran vida en los originales lienzos, acuarelas y carteles de Toulouse-Lautrec.
A pesar de ser un establecimiento de muy reciente creación en el mundo artístico, Orsay recoge más de 5,000 obras de primerísimo orden en lo que se refiere a pintura, escultura y arte gráfico en general; todo ello gracias a la redistribución de obras de artistas vivos adquiridas por el estado francés durante el siglo XIX para el museo de Luxemburg, una reorganización de las colecciones de los museos Jeu de Paume y Louvre, el obsequio de colecciones prestigiosas y una sabia política de adquisición de obras de arte en Francia.
Más allá de pinturas muy reconocidas como Almuerzo en la hierba, de Manet; El origen del mundo, de Courbet, la serie de las catedrales de Rouen, de Monet y Autorretrato, de Van Gogh, el museo exhibe y conserva una extensa lista de obras más discretas del impresionismo, no tan conocidas por el público, pero que sin embargo tienen un valor excepcional.
En tiempos recientes, una de las exposiciones temporales más sobresalientes en Orsay, en el verano del 2015, fue la de Pierre Bonnard, creador del movimiento nabi junto a otros maestros como Maurice Dennis, Édouard Vuillard, Paul Sérusier, Paul Ranson y Gabriel Ibels.
El impresionismo fue un movimiento tan original como lo es París, pues se formó a partir de una corriente que prefirió la luz natural y los jardines, en lugar de temas y ambientes tradicionales. Mientras que en épocas anteriores era inconcebible para cualquier pintor tener una formación artística sin viajar a Italia, los impresionistas se inspiraban en el bosque de Fontainebleau, los jardines y lagos de la ciudad, y las fachadas parisinas.
Durante el siglo XIX, cientos de artistas de oficio afinaron su técnica en talleres “a cielo abierto” en lugares de los alrededores de París como el Camino de Chailly, el Valle de Solle, el Monte de los Trois Pignons y en Las Rocas de Apremont, para dejar un legado que brilla hoy en el Museo de Orsay.
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