Montenegro podría ser la gran sorpresa de cualquier viaje a Europa

Por Otto Rodríguez
OneTravelGuru.com

Con montañas que se levantan majestuosamente junto al mar, lugares como el Cañón del Río Tara y un bello casco histórico junto al litoral de la Bahía de Kotor, Montenegro, país al que muchos llaman “joya del Adriático”, podría ser la gran sorpresa si lo incluyes en tu próximo viaje a Europa. 

Montenegro recoge una embriagadora mezcla de pasado y presente. La ciudad amurallada de Kotor, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, está enclavada en la lado este, a la sombra del Monte Lovcen, el cual se alza majestuoso con perpendicular esplendor como si alcanzara el aire. De hecho, uno de las experiencias de viajes más memorables de este reportero fue precisamente hacer el recorrido hasta la cima de montañas que albergan una antiquísima muralla estrechamente  vinculada al pasado de esta pequeña nación.

Mucha de su arquitectura aquí es de influencia veneciana, con sus paredes de piedra de color miel, de un polvoriento rosado en sus pisos de losa y sus ventanas siempre cerradas. Un paseo por el casco histórico de Kotor puede complacer al visitante más exigente.

Las laberínticas callejuelas de Kotor son lugares para dejarse perder uno mismo, metafórica y literalmente. No se permiten vehículos dentro del casco histórico. En su lugar, generaciones de caminantes han pulido con el devenir del tiempo la losa caliza que pavimenta los estrechos callejones que hoy se han convertido en un revoltijo ecléctico de tiendas y restaurantes.

Uno de los puntos más célebres en la Bahía de Kotor es Nuestra Señora de las Rocas. En 1452 dos pescadores remaron hasta la bahía en un bote lleno de rocas. Cuenta la leyenda que su misión era crear una capilla en la que los navegantes pudieran ser bendecidos. Pero antes, tenían que construir una isla para después levantar la capilla, lo cual era sin duda un ambicioso plan. Le tomó 200 años a los habitantes de la ciudad  terminar la capilla, levantada sobre una isla artificial hecha a partir de que durante dos centenios generaciones de pescadores, habitantes y visitantes de Kotor lanzaron rocas al mar hasta crear la isla.

Una excursión inolvidable es justamente un paseo en bote hasta esa capilla y a la otra pequeña isla donde yace el Monasterio de Monjes Benedictinos de Saint George, rodeado de cipreses y donde también descansan los restos de muchas generaciones de capitanes marinos.